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Palabras del año 1992
reproducidas en homenaje
Palabras del año 1992
reproducidas en homenaje
a Francisco Garzón Céspedes
en sus 65 años de edad
y 50 años con la cultura
Recuerdo ahora que hace casi veinte años, cada
domingo al filo del mediodía, en un claro del monte a varios kilómetros del
centro de la capital, se reunían un poeta y una trovadora, en la Peña de Los
Juglares del Parque Lenin, para, junto a amigos ya conocidos y a otros por conocer,
contar y cantar a la verdad, al amor y a la esperanza. Nunca me hubiera podido
imaginar entonces que, mucho tiempo después, se publicaría un libro que recoge
la experiencia iniciada en esa época, y enriquecida a lo largo de estas
décadas, por el principal animador de aquellos hermosos encuentros.
De lo que sí estaba seguro en ese lejano año 1975 era de que allí, bajo
la sombra de las yagrumas y saludado por el canto de los sinsontes, se gestaba
un inusual movimiento cultural, que, más tarde o más temprano, vendría a
revolucionar el antiguo arte de narrar. Y tenía tal certeza por dos poderosas
razones. La primera, pues era fácil advertir cómo el obrero y el pintor, el
maestro y el escritor, el ingeniero y el bailarín, quedaban como hechizados
ante el misterio de la palabra. La segunda, quizás la más importante, pues ya
conocía del talento, la audacia y el tesón de Francisco Garzón Céspedes.
Porque nadie se llame a engaño: el Movimiento Iberoamericano de
Narración Oral Escénica y su Cátedra Itinerante, que hoy son una realidad,
pudieron nacer, llegar hasta aquí y avanzar hacia el mañana, gracias al
talento, la audacia y el tesón de este hombre que ha sabido vencer montañas y
fundar sueños.
Periodista, poeta, hombre de teatro, actor, editor, investigador, con
más de una veintena de libros publicados, Garzón Céspedes, como los juglares
medievales, ha ido por plazas y escenarios, primero de gran parte de esta
América nuestra y después de la Península Ibérica, para contar cuentos, ofrecer
talleres y seminarios, organizar muestras y festivales, agrupar a quienes
quisieran seguirlo y poder así conformar un movimiento de sólido prestigio
internacional.
Lo mismo en Ciudad México que en Caracas, en La Habana que en Madrid, él
ha luchado por rescatar y enaltecer un ejercicio poético presente en todas las
culturas, acto de ensoñación, de lealtad, de belleza, de transparencia... No ha
olvidado, para lograrlo, la huella dejada por el chamán americano y el griot
africano, como tampoco la acción de hoy del cuentero comunitario y del narrador
de la corriente escandinava. Con las enseñanzas de todos, y a partir de sus
propias observaciones y su práctica, ha podido concluir que la narración oral
es, en esencia, (oral) escénica. Opinión que, indudablemente, ha venido a
cambiar, de manera sustancial, el enfoque que, hasta ahora, se le daba a tan
milenario arte.
A su magisterio se han unido hombres y mujeres de las más diversas
profesiones y oficios. Se ha integrado, de esta forma, un Movimiento
Iberoamericano, con representaciones nacionales en varios de los países del
área, con un programa de actuaciones y hasta con la concesión anual del Premio
Chamán -en distintas categorías- a sus más destacados exponentes. Se han
agrupado, así, médicos, antropólogos, actores, profesores..., para quienes
contar, más que un placer, es una necesidad de comunicación. De ahí que ellos
cuenten sus propias historias, o las historias ajenas, con el afán, en última
instancia, de salvar, en los albores de un nuevo siglo, el casi perdido don de
la oralidad del ser humano.
Una de las más fehacientes pruebas de la validez de las teorías de
Garzón Céspedes es El arte (oral) escénico de contar cuentos, publicado,
en 1991, por la madrileña editorial Frakson, en su colección La Biblioteca
Encantada de Juan Tamariz, con prólogo del propio Tamariz.
No cometeré la torpeza, por supuesto, de
descubrirles íntegramente el contenido de esta obra. En parte, porque ello
sería como develar públicamente un secreto y, en parte también, porque –tal y
como anuncia su propio autor– "este es un libro de claves mágicas. Unas
descifradas. Otras por descifrar". Sí quisiera, sin embargo, anotar
aquello que me parece de insoslayable conocimiento para el lector que llegue al
encuentro de este volumen.
Todo lo hallará en este libro quien se interese por aprender, y
aprehender, acerca de la narración oral escénica. Dividido en seis secciones,
la primera de ellas se dedica a estudiarla a profundidad. Se parte, en
principio, de señalar las múltiples definiciones que pueden existir de la
narración oral –cito la primera consignada
en el texto: "la narración oral es una conducta expresiva (expresivo
comunicadora) del ser humano transformada en arte, que tiene su origen en la
necesidad humana de dialogar, en la práctica tan cercana de la conversación y
en el ámbito íntimo que la propicia y que la define"–, para después pasar a explicar, y
fundamentar, el nacimiento y las características de un nuevo arte. Porque, como
argumenta Garzón Céspedes: “Que toda la narración oral no es escénica, y de
allí la necesidad de añadir este término en los últimos años a nuestro
Movimiento, también resulta evidente, aunque elementos escénicos puedan estar
en todo acto narrativo oral, no así una conciencia, una intención, una preparación,
una práctica y una maestría (oral) escénica -mucho menos definidas como tales.”
El lector podrá conocer, en este primer capítulo,
desde las diferencias entre la narración oral escénica y el teatro hasta la
técnica que alguien debe emplear para utilizar esta forma expresivo-comunicacional.
Sin dudas, en estas páginas iniciales late el corazón del volumen. Toda la fundamentación
teórico-práctica presentada resulta de imprescindible conocimiento no sólo para
el narrador oral sino, incluso, para el público potencial. Porque, como reza
uno de los principios de este arte, "el narrador oral narra con el público
y no para el público", pues “convoca al público como interlocutor, tanto
porque el público debe imaginar el cuento dándole vida en su interior a
personajes y situaciones que les son sugeridos, pero que debe completar; tanto
porque sus respuestas verbales, vocales y no verbales forman parte de la
totalidad del proceso, como porque serán percibidas, valoradas e incorporadas
al resultado por el narrador. El público es influido, pero influye esencialmente.”
Se equivoca quien piense que sólo se podrá buscar en esta obra los
consejos técnicos necesarios sobre la narración
oral escénica. También se han incluido otros materiales que permiten
ampliar la visión del asunto objeto de estudio.
Bajo el título "Conversaciones", por ejemplo, se antologan
varias entrevistas –algunas inéditas– realizadas a Garzón Céspedes en la última
década, las cuales sirven para entender, como un proceso en evolución, sus
ideas sobre el tema.
Asimismo, se incluyen documentos relacionados con la historia del
movimiento –entre ellos la
sustentación de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica–, cartas y testimonios que acreditan su
alcance y hasta textos de ficción.
De estos últimos, transcribo el cuento hiperbreve "La
confianza", por lo breve pero ingenioso de su mensaje poético:
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“Cuando al narrador oral, a golpes de la
vida, que no del oficio, comenzó a faltarle la confianza, murió de posibles.”
Esta
obra es uno y muchos libros a la vez, como una y muchas a la vez son las enseñanzas
que atesoran sus páginas. Así lo asegura el mago Juan Tamariz, en uno de los
dos pequeños "prologuillos" que anteceden el texto, al afirmar que es
"autobiográfico a veces, de aventuras continuamente, teórico y analítico
las más, histórico en su conjunto, y de ficción en sus últimos capítulos".
De ahí que, concluye, “cualquiera que se interese por una aventura personal
extraordinaria, o por las artes escénicas, o por la magia de los cuentos, o por
la poesía, la ternura y el amor, hará bien en respirar hondo (...) para
zambullirse de lleno en el mundo nuevo, que nos trae este poeta cubano (del
nuevo mundo), en los entresijos del nuevo Arte de la Narración (Oral) Escénica
de Cuentos.
Los seguidores de la narración oral escénica pueden consultar otros dos
libros referidos a la temática. Uno, Los juglares y la peña del amor de
todos (Editorial Orbe, La Habana, 1979), selección de artículos y ensayos
de varios autores, quienes recrean la experiencia de Garzón Céspedes en el
Parque Lenin hace diecisiete años, génesis del actual Movimiento Iberoamericano.
El otro, Cuentos que cuento en la Peña (Editorial Oriente, Santiago de
Cuba, 1988), antología realizada por el propio creador y dedicada a presentar
un muestrario de las narraciones incorporadas a su repertorio en las últimas
décadas. Ambos, junto a El arte (oral) escénico de contar cuentos,
constituyen una fuente obligada de referencia, tanto para el narrador oral
como para quien quiera conocer el
hechizo de este arte.
"Un libro –escribió José
Martí–, aunque sea de mente ajena,
parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado
con cada libro nuevo". Palabras sabias, que bien sirven para caracterizar
esta obra. Los invito, pues, a leer El arte (oral) escénico de contar
cuentos, síntesis de la sabiduría y la experiencia de quien ha rescatado,
renovado y enriquecido el antiguo arte de narrar. Un libro, se los aseguro, que
no los defraudará. En buena medida, porque tal parece, y permítanme citar otra
vez al Héroe Nacional cubano, que en sus páginas lleva acuñado el corazón de su
autor, el grande y generoso corazón de Francisco Garzón Céspedes.
* Palabras
de Fernando Rodríguez Sosa, crítico y periodista, para presentar el libro de
Francisco Garzón Céspedes “El arte (oral) escénico de contar cuentos”
pronunciadas el 7 de marzo de 1992 en la Sala “Antonin Artaud” del Gran Teatro
de La Habana, Cuba.