FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
AFIRMO QUE:
· El cuento de nunca acabar es una fórmula en sí misma de milenaria presencia que se constituye como género en sí en uno de los bienes culturales de la invención y la creación humanas, uno a salvaguardar como patrimonio cultural inmaterial, siendo por sus cosmos, singularidades, estructuras y valores, por sus propuestas y obras en suma, un género del pasado, del presente y del futuro.
· El cuento de nunca acabar es una fórmula que tipifica una de las proyecciones más ingeniosas que nos han legado las tradiciones artísticas, y su universo de fondo y forma, de creaciones e intenciones, es de una riqueza y poderío que se manifiesta, como género en sí, con nuevas y muy disímiles obras dentro de cada época, por lo que ha tenido presencias, desde que surgiera en la sociedades de oralidad primaria, también en las sociedades de escritura y en nuestras actuales sociedades de escritura y medios audiovisuales.
· El cuento de nunca acabar ha llegado con sus prodigios a nuestras sociedades contemporáneas desde las que denomino tradiciones memorísticas (tradiciones memorísticas artísticas expresivas) y desde las tradiciones orales (que denomino tradiciones orales artísticas comunicadoras), aunque posiblemente más desde las tradiciones memorísticas dichas a voz y cuerpo vivos (ésas que cuentan tal cual en cuanto a lo verbal) que desde las tradiciones orales que no admiten la literalidad. Aunque preciso es que anote que esta fórmula devenida en género del cuento de nunca acabar, como fórmula y género en sí, constituye un firmamento que admite varias estructuras formulísticas, y algunas de éstas estructuras incluyen dentro de su juego una pregunta que se hace a quien escucha (y, por excepción, la incluyen no sólo como algo meramente formal), esperando al preguntar una posible respuesta, lo que convierte al otro, por tanto, en ese instante fugaz en que se le pregunta y responde, en interlocutor. Caso singular, cuando así ocurre, en el que interviene lo oral (por lo que aludo también, siempre como presencia de excepción, a que en algo nos llega el cuento de nunca acabar desde las tradiciones orales, que, insisto son comunicación y no son sólo expresión en cuanto a lo verbal, al contrario de las tradiciones memorísticas). Y preciso es que anote que también está lo oral (que no es la simple verbalización en voz alta sino imagen hablada en comunicación con otro u otros seres humanos presentes todos físicamente en el mismo espacio), reitero, que también está lo oral imponiéndose sólo de manera parcial a lo memorístico en cuanto al cuento de nunca acabar y en las tradiciones y en su verbalidad, cuando constatamos que, al ser y ser y ser contado determinado cuento de nunca acabar a voz y cuerpo vivos, algunos de sus elementos (los de dentro de sus sucesos; o sus personajes o sus modos verbales…) cambian desde los rejuegos de la memoria y de la reinvención y desde la adecuaciones de la oralidad, apareciendo el mismo cuento original, el mismo cuento formulístico, el mismo cuento base de nunca acabar, en diferentes países o regiones en versiones distintas, unas que permiten sí reconocerlas como de igual raíz y tronco aunque cambien en cuanto a unas u otras de sus ramas, y que muchas veces, de haber sido creada la obra en verso, dentro de lo que conservan tal cual están las palabras que garantizan su rima o sus rimas. Insisto en que rigen, en cuanto al cuento de nunca acabar, las tradiciones memorísticas porque el cuento de nunca acabar tiende a una estructura más bien cerrada desde lo verbal, aunque abierta en su sugerencia de posible reiteración hasta el infinito y en sus intenciones y resonancias, entre más. Una fórmula, la del cuento de nunca acabar que, al ser en muchos casos cíclica (las palabras “últimas”, es un decir, enlazan con las del comienzo, o el cuento prosigue reiterando el comienzo), y siempre, de una forma u otra, al ser reiterativa explícita o implícitamente, requiere de la precisión literal al decir respecto del original, por lo que lo caracteriza al decir es lo memorístico y no lo inventor/reinventor.
· El cuento de nunca acabar es una fórmula y género en sí que trasciende las fronteras consideradas como clásicas del cuento, por lo que requiere el ser valorado en sí como el universo de originalidades que es. En efecto, como se ha afirmado en negativo y sin profundizar, muchos de los cuentos de nunca acabar no son un cuento (ni en prosa ni en verso) porque no hay acción (sino, por ejemplo, sólo describen) y/o porque su estructura no llega a contener la clásica del cuento como género: comienzo, nudo o conflicto, clímax y desenlace; y porque en ocasiones ni siquiera los cuentos de nunca acabar cuentan algo, limitándose al juego, por ejemplo, de preguntar una y otra vez, y sin más, si se desea que se cuente ésa o aquella historia. En efecto, muchos de los cuentos de nunca acabar no son un cuento ni tienen que serlo. No olvidar que además poseen como elemento la reiteración, y algunos el ritornelo, que son dos de los instrumentos más poderosos de la expresión y de la comunicación. Y no olvidar su carácter lúdico y su derecho a los juegos de palabras y a establecer diálogos; y su derecho al placer del disparate y la extravagancia y la originalidad.
· El cuento de nunca acabar como fórmula y género en sí dentro puede incluir, en ésa o aquella de sus obras, las características de otros géneros: las del divertimento de origen conversacional, las de la poesía, las del cuento, entre más; pudiendo ser creado el cuento de nunca acabar en verso o en prosa, y desde una u otra fórmula prototípica que lo dimensione, o sugiera como sin acabar en la acción de ser contado. Porque, cuidado, de haber un argumento, esa trama puede cerrar, pero lo que no cierra desde esta fórmula, lo que no cesa para ser más exacto, desde una u otra de sus estructuras, es el contar desde sí de ese cuento de nunca acabar, un contar que reitera la totalidad o reitera una parte del argumento (o implica que se reitera) sugiriendo que la acción de contar seguirá al infinito, hasta el infinito. Otra precisión importante que debo incluir, por más que de tan evidente pudiera parecer innecesaria, es que “contar” es un término genérico, y que por eso cuando se habla de cuento de nunca acabar podemos hablar de prosa o podemos hablar de verso, y que, en muchos casos de este género en sí del nunca acabar, el verso está porque facilita la memorización y la exactitud, porque facilita la literalidad necesaria a la trasmisión desde el decir en voz alta y cuerpo vivos (tradición memorística que puede o no abrirse a lo, o convertirse en, oral).
· El cuento de nunca acabar es desde las tradiciones, en gran medida, uno de los antecedentes de la hiperbrevedad literaria, y puede que haya nacido en un contexto de adultos y en las conversaciones interpersonales (tal cual nació el cuento clásico y nació el cuento hiperbreve) como una suerte de ingenio tierno a compartir, como broma cómplice, de inicio probablemente con muchas más de sus presencias dentro de lo humorístico que dentro de lo dramático. Con el transcurso de los años, posiblemente con su conocimiento por los adultos y con el mayor desarrollo de las sociedades, el cuento de nunca acabar derivó hacia el contarse a los niños, y luego, también, a ser contado entre los propios niños, instalándose con mayores presencia en esos ámbitos. O puede que haya nacido directamente para la relación con los niños y después adquiriera presencias específicas en cuanto a los adultos. En modo alguno el cuento de nunca acabar como fórmula y género en sí puede considerarse hoy ni exclusivo de las tradiciones, ni exclusivamente para/con los niños (lo mismo, entre más, ocurría con el cuento oral, que en 1975, cuando comencé a renovarlo, y a fundar ese nuevo arte que es la narración oral escénica, era visto en nuestras sociedades como algo del pasado, como algo de las tradiciones y/o como algo para los niños), ni puede considerarse exclusivamente el cuento de nunca acabar como divertimento, ni exclusivamente como humorístico. Reparar, por ejemplo, en el carácter terrorífico que puede tener una reiteración dramática de nunca acabar. Regresando a lo de su fórmula desde lo de su casi siempre hiperbrevedad, en efecto muchas de las estructuras de esos o aquellos cuentos de nunca acabar argumentalmente no tienen principio y medio (comienzo y nudo); y otros cuentos de nunca acabar ni siquiera llegan a contar algo; y es que, me permito insistir por su relevancia, por una parte constituyen una fórmula y género en sí, y, por otra parte, en cuando a la hiperbrevedad oral o literaria, muchos se inscriben en ese género al que nombro como de la fugacidad o de la vertiginosidad, a ese género relámpago, uno que muchas veces además, desde otros ángulos, está entregéneros (poesía que cuenta o narrativa que cuenta con aliento poético...). Ya en un ensayo que he difundido desde la década de los noventa y editado hace unos años, he escrito, respecto a los cuentos fugaces que no tienen la estructura clásica del cuento, que para un texto hiperbreve es factible: Ser el género de la vertiginosidad narradora o narrativa, el de la trama vertiginosa, casi fugaz, o súbita, o instantánea, o relámpago, tanto más ceñida a un género propio (este “género relámpago”, este “género de la fugacidad”) cuando menos ceñida a los parámetros del género cuento, y cuanto más trama abierta.
· El cuento de nunca acabar no ha sido suficientemente estudiado en las sociedades de escritura y en las de escritura y medios audiovisuales, y mucho de lo que se ha afirmado va de lo peyorativo a lo superficial y poco acertado. No se ha percibido que estos cuentos al infinito, que estas obras contadas sin dar fin, sólo son obras simplemente repetitivas, y no mágicamente reiterativas, si quien los dice repite de modo plano en vez de reiterar de modo creativo por medio de los recursos de la voz y del cuerpo; que sólo son repetitivas si quien escucha o lee no percibe a ese cuento de nunca acabar como reiterativo, que no repetitivo, y por tanto sugerente para la comprensión multifacética y la imaginación desbordada. Si no se percibe dentro de lo dramático sus capacidades para agigantarse con las reiteraciones. De manera alguna puede afirmarse en negativo que son productos interminables, ni debiera calificárseles de interminables sin matizar esta afirmación (dado que incluso el argumento puede terminar; lo que sigue siempre, lo que siempre se sugiere como infinito, es el acto de contarlo); este género de obras, al ser dicho, sí que termina físicamente de ser contado (aunque su estructura sigue siendo reiterativa, e implica un no cesar…) porque cuando la interacción entre quien dice y escucha (y aquí sí hay o debe haber comunicación) lo aconseja, lo exige, se interrumpe; y en lo literario, como conocemos, el texto no es (ni obviamente podría ser) escrito interminablemente sino que, por ejemplo, la reiteración, a poco de haber comenzado, se corta con tres puntos suspensivos (en relación a una u otra estructura reiterativa de las de los cuentos de nunca acabar; se corta en una u otra palabra o frase) y depende del perceptor cuánto le sigue resonando adentro. Por supuesto no son obras, las de nunca acabar, que se agoten en sí mismas, sino al contrario, y sólo pueden aburrir a los aburridos. Son los cuentos de nunca acabar desde siempre sutiles y/o agudos y/o perspicaces y/o sagaces, entre más, y son, mucho, desde el sentido del humor del uno para, o para/con, el sentido del humor del otro, y son, muchos, para la gracia y el divertimento. En las niñas y niños, los cuentos de fórmula contribuyen a incentivar la atención y la inteligencia, entrenan la memoria, dimensionan la asociación de ideas y la capacidad para imaginar y relacionar, estimulan las actitudes reflexivas, enriquecen el lenguaje y sus posibilidades…
· Lo peyorativo en cuanto al cuento de nunca acabar comenzó cuando a esta fórmula se le denominó desde lo negativo, se le denominó “de nunca acabar”, y no “decir sin fin”, o “decir al infinito o hasta el infinito”, o “cuentos, poemas y preguntas, dichos hasta el infinito”, o “dichos y vueltos y vueltos y vueltos a decir” entre más posibles en positivo; llegando en la actualidad lo peyorativo a convertirse en un modismo que incluye a la fórmula y género artístico en sí (por ejemplo “es como un cuento de nunca acabar”); modismo que se utiliza para tipificar situaciones de la realidad social o humana que no parecen tener soluciones definitivas y que se reiteran como, o con, engaño (por ejemplo: “es una negociación de nunca acabar”). Pasa en general como con el cuento y con el contar, algo tan fundamental, valioso y excepcional en positivo, tan insustituible, y de lo que hay expresiones tan desafortunadas y negativas como “no me cuentes” o “no me cuentes cuentos”, “esos son cuentos”, “eso es un cuento chino” (que ignorando la sabiduría milenaria de la oralidad y la literatura China del género implica una doble desvalorización), “vivir del cuento”, entre otras frases que pueden existir y hasta proliferar en la publicidad porque aún nuestras sociedades (a veces tan incultas y/o tan irresponsables y/o tan alienadas) son en parte desconocedoras de lo que viene desde el pasado y/o viene desde la imaginación y la sensibilidad y la humanidad, sin darse cuenta que desconocer y desvalorar las empobrece.
· El cuento de nunca acabar además de sus muchas posibilidades contemporáneas para/con los adultos, de sus muchas posibilidades tanto si es dicho como si es escrito, está todavía dentro de la memoria afectiva de muchos de nosotros (lo que puede llegar a desaparecer para las generaciones futuras si no lo revaloramos y dimensionamos a todos los niveles y en todos los ámbitos posibles). Recuerdo con especial deleite los momentos en que mi madre me contaba cuentos de nunca acabar y el juego y rejuego de amor y humor entre los dos que ello conllevaba: la sorpresa de la primera vez; la complicidad de cada una de las veces siguientes con ese mismo cuento al infinito de lo maravilloso, al infinito de las asociaciones y comprensiones y de lo vitalmente desencadenado.
· El cuento de nunca acabar por fortuna, tal y como se ha señalado por excepción, ha tenido, entre más, excelentes cultivadores populares (ver si no la brillantez de los cuentos tradicionales anónimos que nos han llegado), ha deslumbrado al público en circos y otros encuentros, ha ocupado un sitio en canciones y otros géneros musicales, y un sitio en estos o aquellos libros de textos o recopilaciones... Todo no obstante, visto desde su presencia hoy entre nosotros, necesitado de salvaguarda y necesitado de ir a más. En los últimos años en que me he interesado de modo preferente por el cuento de nunca acabar, y he escrito varias decenas (más de treinta ya editados en la Colección Gaviotas de Azogue y varios reeditados en otros medios) tanto humorísticos como dramáticos, con muy disímiles estructuras (algunas sólo parecen semejarse; y unas vienen del pasado y otras las he creado dentro y desde la literatura) tocando lo filosófico, lo comprometido socialmente, lo humano de adentro, lo erótico, lo absurdo, entre más, intentando crear textos contemporáneos en forma y fondo, unos inscriptos en la sensibilidad y el aliento de nuestra época, y llegando dentro de mi creación literaria a escribir cuentos de nunca acabar experimentales, unos modulares, otros visuales; estos años en que me he interesado con tanta pasión como para trasmitirla a mis compañeros del Consejo de Dirección de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE), logrando entusiasmarlos hasta el punto de que hayamos convocado el Primer Concurso (en el mundo) del Cuento de Nunca Acabar, el Concurso Internacional de Microtextos “Garzón Céspedes” 2008 (con mis apellidos a insistencia de mis compañeros); al recibir los numerosísimos textos para este Concurso desde países de cuatro continentes hemos constatado que la convocatoria era entendida por muchos no como la de un género en sí sino en un sentido temático metafórico y en cuanto al modismo; constatado que muchos de los participantes no sabían ni siquiera de la existencia de esta fórmula y género o no eran capaces de definir cuando menos una de sus estructuras; constatado que la tendencia, incluso cuando se reiteraba, era a reiterar cerrando del todo la historia con un punto final; y viendo como se llegaba hasta el grado de recriminarnos por la convocatoria de un género tan poco interesante o simplista; entre mucho más negativo, que, para revertirlo en positivo, requirió desde mí: tanto un trabajo sistemático de difusión internacional, por diferentes medios, de cuentos de nunca acabar de las tradiciones, como una labor de difusión de mis propios cuentos de nunca acabar, además de asistencia técnica, a muchos escritores: una asistencia amplia, compleja, precisa. Los resultados finales del Concurso, convocado en prosa, han sido sobresalientes: 69 nuevos cuentos literarios de nunca acabar de altísima calidad a reconocer y publicar, de autores de diez países de dos continentes, que cubren un amplio espectro de fórmulas y temas con predominio de lo dramático, y que van del compromiso social al divertimento humano, de la reescritura de un mito a la reinvención de cuentos populares maravillosos, del terror a la ciencia ficción, de unas estructuras a otras llegando a lo contemporáneo experimental...
POR TODO LO QUE CON ESTE
MANIFIESTO DEL CUENTO DE NUNCA ACABAR,
en nombre del Consejo de Dirección
de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración
Oral Escénica (CIINOE) y en mi nombre, y en el nombre
de los que han amado y aman las tradiciones
y la escritura (y legándonos tanto),
AFIRMO QUE:
· El cuento de nunca acabar es una fórmula en sí misma de milenaria presencia que se constituye como género en sí en uno de los bienes culturales de la invención y la creación humanas, uno a salvaguardar como patrimonio cultural inmaterial, siendo por sus cosmos, singularidades, estructuras y valores, por sus propuestas y obras en suma, un género del pasado, del presente y del futuro.
· El cuento de nunca acabar es una fórmula que tipifica una de las proyecciones más ingeniosas que nos han legado las tradiciones artísticas, y su universo de fondo y forma, de creaciones e intenciones, es de una riqueza y poderío que se manifiesta, como género en sí, con nuevas y muy disímiles obras dentro de cada época, por lo que ha tenido presencias, desde que surgiera en la sociedades de oralidad primaria, también en las sociedades de escritura y en nuestras actuales sociedades de escritura y medios audiovisuales.
· El cuento de nunca acabar ha llegado con sus prodigios a nuestras sociedades contemporáneas desde las que denomino tradiciones memorísticas (tradiciones memorísticas artísticas expresivas) y desde las tradiciones orales (que denomino tradiciones orales artísticas comunicadoras), aunque posiblemente más desde las tradiciones memorísticas dichas a voz y cuerpo vivos (ésas que cuentan tal cual en cuanto a lo verbal) que desde las tradiciones orales que no admiten la literalidad. Aunque preciso es que anote que esta fórmula devenida en género del cuento de nunca acabar, como fórmula y género en sí, constituye un firmamento que admite varias estructuras formulísticas, y algunas de éstas estructuras incluyen dentro de su juego una pregunta que se hace a quien escucha (y, por excepción, la incluyen no sólo como algo meramente formal), esperando al preguntar una posible respuesta, lo que convierte al otro, por tanto, en ese instante fugaz en que se le pregunta y responde, en interlocutor. Caso singular, cuando así ocurre, en el que interviene lo oral (por lo que aludo también, siempre como presencia de excepción, a que en algo nos llega el cuento de nunca acabar desde las tradiciones orales, que, insisto son comunicación y no son sólo expresión en cuanto a lo verbal, al contrario de las tradiciones memorísticas). Y preciso es que anote que también está lo oral (que no es la simple verbalización en voz alta sino imagen hablada en comunicación con otro u otros seres humanos presentes todos físicamente en el mismo espacio), reitero, que también está lo oral imponiéndose sólo de manera parcial a lo memorístico en cuanto al cuento de nunca acabar y en las tradiciones y en su verbalidad, cuando constatamos que, al ser y ser y ser contado determinado cuento de nunca acabar a voz y cuerpo vivos, algunos de sus elementos (los de dentro de sus sucesos; o sus personajes o sus modos verbales…) cambian desde los rejuegos de la memoria y de la reinvención y desde la adecuaciones de la oralidad, apareciendo el mismo cuento original, el mismo cuento formulístico, el mismo cuento base de nunca acabar, en diferentes países o regiones en versiones distintas, unas que permiten sí reconocerlas como de igual raíz y tronco aunque cambien en cuanto a unas u otras de sus ramas, y que muchas veces, de haber sido creada la obra en verso, dentro de lo que conservan tal cual están las palabras que garantizan su rima o sus rimas. Insisto en que rigen, en cuanto al cuento de nunca acabar, las tradiciones memorísticas porque el cuento de nunca acabar tiende a una estructura más bien cerrada desde lo verbal, aunque abierta en su sugerencia de posible reiteración hasta el infinito y en sus intenciones y resonancias, entre más. Una fórmula, la del cuento de nunca acabar que, al ser en muchos casos cíclica (las palabras “últimas”, es un decir, enlazan con las del comienzo, o el cuento prosigue reiterando el comienzo), y siempre, de una forma u otra, al ser reiterativa explícita o implícitamente, requiere de la precisión literal al decir respecto del original, por lo que lo caracteriza al decir es lo memorístico y no lo inventor/reinventor.
· El cuento de nunca acabar es una fórmula y género en sí que trasciende las fronteras consideradas como clásicas del cuento, por lo que requiere el ser valorado en sí como el universo de originalidades que es. En efecto, como se ha afirmado en negativo y sin profundizar, muchos de los cuentos de nunca acabar no son un cuento (ni en prosa ni en verso) porque no hay acción (sino, por ejemplo, sólo describen) y/o porque su estructura no llega a contener la clásica del cuento como género: comienzo, nudo o conflicto, clímax y desenlace; y porque en ocasiones ni siquiera los cuentos de nunca acabar cuentan algo, limitándose al juego, por ejemplo, de preguntar una y otra vez, y sin más, si se desea que se cuente ésa o aquella historia. En efecto, muchos de los cuentos de nunca acabar no son un cuento ni tienen que serlo. No olvidar que además poseen como elemento la reiteración, y algunos el ritornelo, que son dos de los instrumentos más poderosos de la expresión y de la comunicación. Y no olvidar su carácter lúdico y su derecho a los juegos de palabras y a establecer diálogos; y su derecho al placer del disparate y la extravagancia y la originalidad.
· El cuento de nunca acabar como fórmula y género en sí dentro puede incluir, en ésa o aquella de sus obras, las características de otros géneros: las del divertimento de origen conversacional, las de la poesía, las del cuento, entre más; pudiendo ser creado el cuento de nunca acabar en verso o en prosa, y desde una u otra fórmula prototípica que lo dimensione, o sugiera como sin acabar en la acción de ser contado. Porque, cuidado, de haber un argumento, esa trama puede cerrar, pero lo que no cierra desde esta fórmula, lo que no cesa para ser más exacto, desde una u otra de sus estructuras, es el contar desde sí de ese cuento de nunca acabar, un contar que reitera la totalidad o reitera una parte del argumento (o implica que se reitera) sugiriendo que la acción de contar seguirá al infinito, hasta el infinito. Otra precisión importante que debo incluir, por más que de tan evidente pudiera parecer innecesaria, es que “contar” es un término genérico, y que por eso cuando se habla de cuento de nunca acabar podemos hablar de prosa o podemos hablar de verso, y que, en muchos casos de este género en sí del nunca acabar, el verso está porque facilita la memorización y la exactitud, porque facilita la literalidad necesaria a la trasmisión desde el decir en voz alta y cuerpo vivos (tradición memorística que puede o no abrirse a lo, o convertirse en, oral).
· El cuento de nunca acabar es desde las tradiciones, en gran medida, uno de los antecedentes de la hiperbrevedad literaria, y puede que haya nacido en un contexto de adultos y en las conversaciones interpersonales (tal cual nació el cuento clásico y nació el cuento hiperbreve) como una suerte de ingenio tierno a compartir, como broma cómplice, de inicio probablemente con muchas más de sus presencias dentro de lo humorístico que dentro de lo dramático. Con el transcurso de los años, posiblemente con su conocimiento por los adultos y con el mayor desarrollo de las sociedades, el cuento de nunca acabar derivó hacia el contarse a los niños, y luego, también, a ser contado entre los propios niños, instalándose con mayores presencia en esos ámbitos. O puede que haya nacido directamente para la relación con los niños y después adquiriera presencias específicas en cuanto a los adultos. En modo alguno el cuento de nunca acabar como fórmula y género en sí puede considerarse hoy ni exclusivo de las tradiciones, ni exclusivamente para/con los niños (lo mismo, entre más, ocurría con el cuento oral, que en 1975, cuando comencé a renovarlo, y a fundar ese nuevo arte que es la narración oral escénica, era visto en nuestras sociedades como algo del pasado, como algo de las tradiciones y/o como algo para los niños), ni puede considerarse exclusivamente el cuento de nunca acabar como divertimento, ni exclusivamente como humorístico. Reparar, por ejemplo, en el carácter terrorífico que puede tener una reiteración dramática de nunca acabar. Regresando a lo de su fórmula desde lo de su casi siempre hiperbrevedad, en efecto muchas de las estructuras de esos o aquellos cuentos de nunca acabar argumentalmente no tienen principio y medio (comienzo y nudo); y otros cuentos de nunca acabar ni siquiera llegan a contar algo; y es que, me permito insistir por su relevancia, por una parte constituyen una fórmula y género en sí, y, por otra parte, en cuando a la hiperbrevedad oral o literaria, muchos se inscriben en ese género al que nombro como de la fugacidad o de la vertiginosidad, a ese género relámpago, uno que muchas veces además, desde otros ángulos, está entregéneros (poesía que cuenta o narrativa que cuenta con aliento poético...). Ya en un ensayo que he difundido desde la década de los noventa y editado hace unos años, he escrito, respecto a los cuentos fugaces que no tienen la estructura clásica del cuento, que para un texto hiperbreve es factible: Ser el género de la vertiginosidad narradora o narrativa, el de la trama vertiginosa, casi fugaz, o súbita, o instantánea, o relámpago, tanto más ceñida a un género propio (este “género relámpago”, este “género de la fugacidad”) cuando menos ceñida a los parámetros del género cuento, y cuanto más trama abierta.
· El cuento de nunca acabar no ha sido suficientemente estudiado en las sociedades de escritura y en las de escritura y medios audiovisuales, y mucho de lo que se ha afirmado va de lo peyorativo a lo superficial y poco acertado. No se ha percibido que estos cuentos al infinito, que estas obras contadas sin dar fin, sólo son obras simplemente repetitivas, y no mágicamente reiterativas, si quien los dice repite de modo plano en vez de reiterar de modo creativo por medio de los recursos de la voz y del cuerpo; que sólo son repetitivas si quien escucha o lee no percibe a ese cuento de nunca acabar como reiterativo, que no repetitivo, y por tanto sugerente para la comprensión multifacética y la imaginación desbordada. Si no se percibe dentro de lo dramático sus capacidades para agigantarse con las reiteraciones. De manera alguna puede afirmarse en negativo que son productos interminables, ni debiera calificárseles de interminables sin matizar esta afirmación (dado que incluso el argumento puede terminar; lo que sigue siempre, lo que siempre se sugiere como infinito, es el acto de contarlo); este género de obras, al ser dicho, sí que termina físicamente de ser contado (aunque su estructura sigue siendo reiterativa, e implica un no cesar…) porque cuando la interacción entre quien dice y escucha (y aquí sí hay o debe haber comunicación) lo aconseja, lo exige, se interrumpe; y en lo literario, como conocemos, el texto no es (ni obviamente podría ser) escrito interminablemente sino que, por ejemplo, la reiteración, a poco de haber comenzado, se corta con tres puntos suspensivos (en relación a una u otra estructura reiterativa de las de los cuentos de nunca acabar; se corta en una u otra palabra o frase) y depende del perceptor cuánto le sigue resonando adentro. Por supuesto no son obras, las de nunca acabar, que se agoten en sí mismas, sino al contrario, y sólo pueden aburrir a los aburridos. Son los cuentos de nunca acabar desde siempre sutiles y/o agudos y/o perspicaces y/o sagaces, entre más, y son, mucho, desde el sentido del humor del uno para, o para/con, el sentido del humor del otro, y son, muchos, para la gracia y el divertimento. En las niñas y niños, los cuentos de fórmula contribuyen a incentivar la atención y la inteligencia, entrenan la memoria, dimensionan la asociación de ideas y la capacidad para imaginar y relacionar, estimulan las actitudes reflexivas, enriquecen el lenguaje y sus posibilidades…
· Lo peyorativo en cuanto al cuento de nunca acabar comenzó cuando a esta fórmula se le denominó desde lo negativo, se le denominó “de nunca acabar”, y no “decir sin fin”, o “decir al infinito o hasta el infinito”, o “cuentos, poemas y preguntas, dichos hasta el infinito”, o “dichos y vueltos y vueltos y vueltos a decir” entre más posibles en positivo; llegando en la actualidad lo peyorativo a convertirse en un modismo que incluye a la fórmula y género artístico en sí (por ejemplo “es como un cuento de nunca acabar”); modismo que se utiliza para tipificar situaciones de la realidad social o humana que no parecen tener soluciones definitivas y que se reiteran como, o con, engaño (por ejemplo: “es una negociación de nunca acabar”). Pasa en general como con el cuento y con el contar, algo tan fundamental, valioso y excepcional en positivo, tan insustituible, y de lo que hay expresiones tan desafortunadas y negativas como “no me cuentes” o “no me cuentes cuentos”, “esos son cuentos”, “eso es un cuento chino” (que ignorando la sabiduría milenaria de la oralidad y la literatura China del género implica una doble desvalorización), “vivir del cuento”, entre otras frases que pueden existir y hasta proliferar en la publicidad porque aún nuestras sociedades (a veces tan incultas y/o tan irresponsables y/o tan alienadas) son en parte desconocedoras de lo que viene desde el pasado y/o viene desde la imaginación y la sensibilidad y la humanidad, sin darse cuenta que desconocer y desvalorar las empobrece.
· El cuento de nunca acabar además de sus muchas posibilidades contemporáneas para/con los adultos, de sus muchas posibilidades tanto si es dicho como si es escrito, está todavía dentro de la memoria afectiva de muchos de nosotros (lo que puede llegar a desaparecer para las generaciones futuras si no lo revaloramos y dimensionamos a todos los niveles y en todos los ámbitos posibles). Recuerdo con especial deleite los momentos en que mi madre me contaba cuentos de nunca acabar y el juego y rejuego de amor y humor entre los dos que ello conllevaba: la sorpresa de la primera vez; la complicidad de cada una de las veces siguientes con ese mismo cuento al infinito de lo maravilloso, al infinito de las asociaciones y comprensiones y de lo vitalmente desencadenado.
· El cuento de nunca acabar por fortuna, tal y como se ha señalado por excepción, ha tenido, entre más, excelentes cultivadores populares (ver si no la brillantez de los cuentos tradicionales anónimos que nos han llegado), ha deslumbrado al público en circos y otros encuentros, ha ocupado un sitio en canciones y otros géneros musicales, y un sitio en estos o aquellos libros de textos o recopilaciones... Todo no obstante, visto desde su presencia hoy entre nosotros, necesitado de salvaguarda y necesitado de ir a más. En los últimos años en que me he interesado de modo preferente por el cuento de nunca acabar, y he escrito varias decenas (más de treinta ya editados en la Colección Gaviotas de Azogue y varios reeditados en otros medios) tanto humorísticos como dramáticos, con muy disímiles estructuras (algunas sólo parecen semejarse; y unas vienen del pasado y otras las he creado dentro y desde la literatura) tocando lo filosófico, lo comprometido socialmente, lo humano de adentro, lo erótico, lo absurdo, entre más, intentando crear textos contemporáneos en forma y fondo, unos inscriptos en la sensibilidad y el aliento de nuestra época, y llegando dentro de mi creación literaria a escribir cuentos de nunca acabar experimentales, unos modulares, otros visuales; estos años en que me he interesado con tanta pasión como para trasmitirla a mis compañeros del Consejo de Dirección de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE), logrando entusiasmarlos hasta el punto de que hayamos convocado el Primer Concurso (en el mundo) del Cuento de Nunca Acabar, el Concurso Internacional de Microtextos “Garzón Céspedes” 2008 (con mis apellidos a insistencia de mis compañeros); al recibir los numerosísimos textos para este Concurso desde países de cuatro continentes hemos constatado que la convocatoria era entendida por muchos no como la de un género en sí sino en un sentido temático metafórico y en cuanto al modismo; constatado que muchos de los participantes no sabían ni siquiera de la existencia de esta fórmula y género o no eran capaces de definir cuando menos una de sus estructuras; constatado que la tendencia, incluso cuando se reiteraba, era a reiterar cerrando del todo la historia con un punto final; y viendo como se llegaba hasta el grado de recriminarnos por la convocatoria de un género tan poco interesante o simplista; entre mucho más negativo, que, para revertirlo en positivo, requirió desde mí: tanto un trabajo sistemático de difusión internacional, por diferentes medios, de cuentos de nunca acabar de las tradiciones, como una labor de difusión de mis propios cuentos de nunca acabar, además de asistencia técnica, a muchos escritores: una asistencia amplia, compleja, precisa. Los resultados finales del Concurso, convocado en prosa, han sido sobresalientes: 69 nuevos cuentos literarios de nunca acabar de altísima calidad a reconocer y publicar, de autores de diez países de dos continentes, que cubren un amplio espectro de fórmulas y temas con predominio de lo dramático, y que van del compromiso social al divertimento humano, de la reescritura de un mito a la reinvención de cuentos populares maravillosos, del terror a la ciencia ficción, de unas estructuras a otras llegando a lo contemporáneo experimental...
POR TODO LO QUE CON ESTE
MANIFIESTO DEL CUENTO DE NUNCA ACABAR,
en nombre del Consejo de Dirección
de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración
Oral Escénica (CIINOE) y en mi nombre, y en el nombre
de los que han amado y aman las tradiciones
y la escritura (y legándonos tanto),
de los que han amado y aman
la invención y la reinvención y la memoria
y el juego de la memoria y la literatura
la invención y la reinvención y la memoria
y el juego de la memoria y la literatura
(compartiéndonos tanta creación),
de los que han creído y creen,
y amado y aman, los poderes creadores de los pueblos,
llamo a las instituciones sociales, culturales,
y amado y aman, los poderes creadores de los pueblos,
llamo a las instituciones sociales, culturales,
educativas y difusoras de todo el mundo,
y a las individualidades conscientes,
sensibles y bienintencionadas
sensibles y bienintencionadas
de todos los continentes e idiomas,
y, mucho, llamo a los investigadores,
y, mucho, llamo a los investigadores,
gestores culturales y escritores,
a la dignificación y salvaguarda
a la dignificación y salvaguarda
del cuento de nunca acabar
(manifestación de excelencia
(manifestación de excelencia
del patrimonio cultural inmaterial),
y a situar el cuento de nunca acabar todo,
en el lugar de preeminencia que debe corresponderle
entre los adultos en las sociedades contemporáneas,
tanto desde y en sus ámbitos comunicadores,
expresivos y difusores, como en sus ámbitos
creadores y de disfrute y reflexión, y a situar
el cuento de nunca acabar, el prodigioso
cuento sin fin, el portentoso cuento
o portentoso decir al infinito o hasta el infinito,
en un lugar de preeminencia,
tanto en el seno de la familia
y a situar el cuento de nunca acabar todo,
en el lugar de preeminencia que debe corresponderle
entre los adultos en las sociedades contemporáneas,
tanto desde y en sus ámbitos comunicadores,
expresivos y difusores, como en sus ámbitos
creadores y de disfrute y reflexión, y a situar
el cuento de nunca acabar, el prodigioso
cuento sin fin, el portentoso cuento
o portentoso decir al infinito o hasta el infinito,
en un lugar de preeminencia,
tanto en el seno de la familia
como en la escuela y la biblioteca,
en la formación de las nuevas generaciones
en la formación de las nuevas generaciones
de niñas y de niños.
La imaginación hace más creador el presente
y predice el futuro, de hecho la imaginación
es camino de futuro, y el cuento de nunca acabar
es uno de los monumentos de la imaginación.
En España 2008, y desde lo recibido en Camagüey,
en La Habana, en Caracas, en México D. F., en Madrid
y en otras muchas ciudades y pueblos y campos
de América Latina, Europa y África.
INSCRIPTO EN EL REGISTRO TERRITORIAL
La imaginación hace más creador el presente
y predice el futuro, de hecho la imaginación
es camino de futuro, y el cuento de nunca acabar
es uno de los monumentos de la imaginación.
En España 2008, y desde lo recibido en Camagüey,
en La Habana, en Caracas, en México D. F., en Madrid
y en otras muchas ciudades y pueblos y campos
de América Latina, Europa y África.
INSCRIPTO EN EL REGISTRO TERRITORIAL
DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE MADRID, ESPAÑA.
SE AUTORIZA LA REPRODUCCIÓN
SE AUTORIZA LA REPRODUCCIÓN
SIEMPRE QUE DESPUÉS DEL TÍTULO SE CONSIGNE:
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES / CÁTEDRA IBEROAMERICANA ITINERANTE
DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA (CIINOE).
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES / CÁTEDRA IBEROAMERICANA ITINERANTE
DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA (CIINOE).
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