martes, 8 de septiembre de 2009

1994 / ENTREVISTA A FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES REALIZADA EN SAN JOSÉ, COSTA RICA

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CONTAR ES DEVOLVERLE LA PALABRA
AL SER HUMANO
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Para este poeta y dramaturgo cubano que anda por el mundo reinventando la magia de contar, lo esencial del ser humano, es la comunicación. De ahí que cultive el diálogo con fervor, como quien participa de un ritual, de un intercambio vivo que le permite verificarse en los demás. Las palabras convocan a la imaginación cuando se les convoca “despertándoles el ánima”, poniendo en marcha su surtidor de evidencias. Eso quizás explica por qué, en algunos momentos –esta entrevista fue una conversación–, se queda mirando arriba, como si buscara la sorpresa de los enlaces o el juego apasionado de las analogías. Después sigue hablando largo, fluido, saboreado, pero tanto como sus labios se mueven sus manos, y uno tiene la impresión de que con ellas agarra las palabras para darles el sentido del gesto antes de soltarlas de nuevo en el aire. Contar para él es un acto solidario que nace de la conversación, sólo que en este diálogo artístico, abierto y dimensionado, no se cuenta para el público, sino con el público, que crea e imagina metido también en el espacio del cuento, y devuelve así las palabras, la voz y los gestos, transformados en participación.

–Sin duda, su quehacer es algo que pone en tensión la curiosidad. Preguntemos entonces para que nos cuente. ¿Qué es la oralidad? ¿Cómo llega a ser un arte?

Para mí la oralidad no es simplemente el acto de hablar en voz alta, dado que, por ejemplo, el actor habla en voz alta y ahí no hay proceso de oralidad, porque entre las características milenarias que la rigen está el hecho de que siempre es inventora o reinventora, por tanto, no puede ser fijada de antemano. Ocurre siempre aquí y ahora, tiene que ver con la memoria y con el juego de la memoria, pero nunca con la memorización. La oralidad es un ser humano hablando, es decir, una imagen hablada o hablante que no solamente se expresa, sino que se expresa y se comunica con las palabras, con la voz y con el cuerpo. Separo lo verbal de lo vocal, porque no es lo mismo la palabra que el modo de decirla. Son dos lenguajes distintos, cada uno con su propia identidad, aunque la palabra hablada necesite de la voz.

Por otra parte, desde sus orígenes, la oralidad es con el otro y no para el otro. Y cuando trasciende incluso lo cotidiano y se convierte en oralidad artística, sigue siendo con el otro, es decir, con el público interlocutor, nunca con el público espectador. Es algo siempre en mo-vimiento, que no admite la literalidad. Se adecua, se transforma, se actualiza y, si es necesario, incluye elementos de la realidad circundante. Es la apelación más fuerte que puede hacerse al imaginario del otro, porque tiene que ver con la imaginación y no con la construcción física de las imágenes. Implica, como realidad artística, un profundo compromiso del que dice con lo que dice.

La narración oral escénica tiene como núcleo, como punto de partida, la conversación interpersonal. Pienso que la conversación es la máxima expresión de la oralidad.

Ahora cuando se independiza de la conversación para convertirse en arte, las reglas básicas del juego son las mismas, porque entonces no es más que una conversación dimensionada a través de una serie de recursos, presupuestos y propósitos, pero el hecho es el mismo.
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Hay que tener en cuenta que la conversación, cuando se abre a contar oralmente una anécdota o cualquier otra forma de la narración oral, suele ganar en intimidad, en confianza, en expresividad, y que, en muchos casos, la calidad de la conversación depende de qué contamos, cómo lo contamos y con cuánto respeto por el otro contamos.

Si esto es así, si admitimos que la conversación suele ganar en calidad, en hondura y en eficacia cuando se cuenta oralmente dentro de ella, y si a la vez admitimos que muchas de las cosas importantes de la existencia las aprendemos a través de la conversación, entonces nos podremos dar cuenta de la trascendencia que tiene contar o no oralmente en la vida de cada día.

–¿Es la oralidad un camino a la lectura?

La oralidad, y no los medios de difusión, son el camino natural para formar al futuro lector. En la medida en que le cuentas y en que cuentas con el niño estás creando no solamente la capacidad de imaginar y la capacidad de crear, sino que estás también creando la necesidad de aprehender cada vez más el mundo que lo rodea. La lectura va a completar a ese narrador, a ese conversador oral que el niño no puede tener siempre consigo. Cuando no conversamos con el niño, cuando no le contamos, lo estamos privando de uno de los tres factores indispensables de crecimiento. El niño tiene que comer, tiene que ejercitar su cuerpo y tiene que ejercitar su mente. El niño tiene que ejercitar su imaginación, y ninguna de las alternativas que le podemos ofrecer es tan poderosa ni tan eficaz, ni lo involucra como un participante tan activo como la oralidad. El hecho de que lo sentemos frente al televisor o de que lo llevemos al teatro, no va a resolver el problema, porque el niño está frente a un mundo de imágenes ya hechas mientras que en la oralidad el niño tiene que crear sus propias imágenes del cuento que está oyendo. Es decir, él va a influir decisivamente en lo que se está contando, porque es un proceso abierto, y, en la medida en que imagina, empieza a devolver el cuento. Ahí radica el gran acercamiento entre la oralidad y la literatura: el lector también tiene que imaginar, también tiene que construir sus propias imágenes de lo que está leyendo. La oralidad y la literatura (junto con la radio expresiva) son las apelaciones más fuertes que se pueden hacer al imaginario del niño.

–El narrador de cuentos, como el Flautista de Hamelin, tiene que encantar. ¿Cuáles son los medios de que se vale? ¿Importa además del cómo se cuenta lo que se cuenta? ¿Hasta qué punto influye en su magia el repertorio?

La narración oral como hecho oral artístico no tiene que renunciar a ninguna de las fuentes posibles. Pero yo te diría, Froilán, que la fuente más importante del narrador oral escénico, del narrador contemporáneo, es y tiene que ser la literatura. Si se dedica a contar únicamente la tradición oral, sin duda está haciendo un trabajo importante, porque está difundiendo esas tradiciones que son un tesoro de la cultura universal, pero también es cierto que está faltando a su compromiso de contemporaneidad.

Hay una serie de temas, de conflictos, hay un lenguaje, un estilo, un gusto, que tiene que ver con lo que se expresa en la literatura y no con lo que viene de la oralidad. El repertorio de un narrador oral tiene que tener un porcentaje de tradición oral y un porcentaje mucho mayor de reinvención de la literatura contemporánea, de la literatura dentro de la cual y con la cual coexiste.

En nuestras sociedades la estructura que es más eficaz con el público no es la del mito, no es la de la leyenda, porque el mito y la leyenda tienen mucho que ver con sociedades donde la oralidad es predominante o absoluta, porque son las estructuras de esas sociedades. Pero en las nuestras, es la estructura del cuento y, sobre todo, la del cuento literario. Cuando se narra oralmente teniendo esa estructura como respaldo uno de inmediato logra una comunicación más rápida, más profunda, más eficaz. El público se reconoce en una estructura que tiene que ver con el ritmo y con los modos de nuestras sociedades.

El mito y la leyenda responden a otra poética, a otro tiempo escénico y, por decirlo de algún modo, a otro ser humano.

–La palabra es sin duda un juego apasionante por ese misterio primordial que supone toda analogía ¿a qué atribuyes su resurrección en un mundo en el que imaginar –es decir, crear imágenes– ha sido desplazado por la televisión, el vídeo y el videojuego, que acaparan la atención del niño, del adolescente?

La oralidad en general, tanto la cotidiana como la artística, por citar sólo dos, nunca han desaparecido del todo, porque una de las cosas que define al ser humano es su capacidad oral. La oralidad retrocedió, primero con la escritura, luego con la creación de la imprenta y después con el despliegue de los medios de difusión masiva, pero no desapareció.

La escritura y la literatura lo que hacen es fijar la palabra, porque están hechas de palabras. Los medios de difusión masiva son medios de oralidad secundaria, porque de todos modos utilizan la palabra. Aunque los medios de difusión masiva ocupan la mayor parte del tiempo libre y en muchos casos han relegado casi absolutamente la conversación cotidiana, también es cierto que han empezado a saturar a los seres humanos a los cuales se dirigen y estos seres humanos sienten la necesidad de rescatar espacios de conversación y de oralidad, porque son espacios mucho más cercanos, mucho más vivos.

Pienso que el ser humano comienza a volver su mirada a la oralidad porque comienza a entender que la oralidad está en la base de todo y que, por tanto, no puede ser sustituida, porque enseña a imaginar, que es enseñar a relacionar, y relacionar tiene que ver con la vida, no sólo con el arte y la literatura, sino también con el desarrollo de la técnica y de la ciencia. El desarrollo de la imaginación está directamente vinculado con la creatividad, y la creatividad está directamente vinculada con el progreso, con la calidad de la vida. El público ha entrado en el cuento porque el cuento está en sus orígenes y en su naturaleza desde siempre.
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 ESCOBAR, Froilán. Escritor y periodista. “Contar es devolverle la palabra al hombre”, Diario La República. “Signos”, San José, Costa Rica. 27 de marzo de 1994. La entrevista se realizó grabada. Ha sido muy difundida, editada en revistas especializadas de Argentina, de España (como en In-fan-cia, Barcelona, Enero-Febrero, 1996)…, por Internet… todo por sus contenidos y la relevancia de los dos interlocutores.
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