sábado, 13 de diciembre de 2008

MUJERES CON PIEL DE ARENA

CUENTOS HIPERBREVES DEL LIBRO
LA LÍNEA ENTRE EL AGUA Y EL AIRE
DE JOSÉ VÍCTOR MARTÍNEZ GIL
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MUJER SENTADA A LA MESA
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La mujer, de unos sesenta años, rostro sin arrugas y ojos aceitunados se hallaba sentada a la mesa limpiando de piedras, los frijoles. Depositaba los frijoles en un recipiente de barro para lavarlos, y acumulaba las pequeñas piedras al centro de la mesa. La mujer estaba enferma y pensó, preocupada, que dentro de unos días la operarían. Lo que más le inquietaba era el sufrimiento de los suyos. De repente se puso a contemplar el recipiente con los frijoles y el montículo de piedras. Se dio cuenta de que los frijoles valían más que las piedras, pero que duraban menos. La mujer cedió a un impulso, dejó caer los frijoles del recipiente sobre la mesa, y echó las piedras. Lavó y lavó con minuciosidad las piedras y las vacío en una olla con agua. Para que nunca pasara hambre, ésta será la sopa que dejará a su familia.
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MUJER CAMINABA CON SERENIDAD POR LA AVENIDA
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La mujer caminaba con serenidad por la avenida y observaba las marquesinas, las ventanas, los edificios, el cielo. Caminaba desprendida de cualquier preocupación. De pronto se detuvo porque desde algún lugar le llegó una canción que no escuchaba desde que tenía cuatro años. Sobre todo la melodía le trajo aromas, sabores, texturas, distintas sensaciones: tristeza, melancolía y también una alegría vinculada a la presencia de esa canción cuando iba a bailarla en una fiesta del colegio. Se quedó paralizada y se dio cuenta de que la música provenía de una tienda. La canción terminó, pero la mujer la seguía escuchando por dentro. Adquirió conciencia de que deseaba tener el disco de esa canción. Fue, entró, se acercó a un encargado y le dijo que quería comprar la canción que acababan de poner. Y le precisó el título. El encargado le respondió que ellos no habían puesto esa pieza ni tenían ese disco. La mujer salió frustrada, no por no haber conseguido la canción, sino por advertir que en realidad ella no iba caminando con serenidad por la avenida.
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MUJER TANTEÓ EL SUELO
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La mujer, con sus pocos más de veinte años, se encontraba sentada en el banco de un parque. Era el mediodía, y lo esperaba a él. Ilusionada como quien espera a Los Reyes Magos. Continuamente pasaban niños y sus voces, gritos, risas, carreras, juegos, la llenaban cada vez más de ilusión. A su espalda el paso del vendedor de algodones de azúcar la hizo voltear y le pidió dos, rosas. A las tres de la tarde, los algodones ya estaban derretidos. A las cinco, los algodones ya estaban debajo del banco. A las siete, la mujer desdobló su bastón para marcharse. Tanteó el suelo. Y se prometió a sí misma no dejar de creer en Los Reyes Magos.
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